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Tricolor, más que tres colores, Tres historias
Todos hemos escuchado desde nuestra infancia el significado detrás de los colores de la bandera, casi como un cuento de niño, una retahíla o un credo recitamos con fervor que el amarillo es símbolo de las riquezas de la nación y del sol, el azul representa los mares y los ríos y el rojo la sangre de nuestra independencia, de nuestros libertadores.
Sin embargo, no es lo único que estos tres pueden contarnos, la armonía y la simetría de sus franjas, la colocación de sus estrellas y la posición del escudo hablan con muchos otros argumentos, sus colores que en palabras de Goethe a Francisco de Miranda encarnan una vitalidad y virtuosismo que escapa incluso de los simbolismos que conocemos;
“Primero me explicó la forma cómo el iris convierte la luz en los tres colores primarios… Después me comprobó por qué el amarillo es el color más cálido, noble y próximo a la luz, por qué el azul es esa mezcla de excitación y serenidad, una lejanía que evoca las sombras, y por qué el rojo es la exaltación del amarillo y el azul, la síntesis, el desvanecimiento de la luz en la sombra. No es que el mundo esté hecho de amarillos, azules y rojos, le aclaró Goethe a Miranda: Es que así, como una combinación al infinito de aquellos tres colores, lo vemos todos los seres humanos. Un país parte de un nombre y de una bandera y se convierte en ellos, como un hombre que cumple un destino.” (Ricardo Silva Romero, 2013, Semejante a la Vida)
Es así, que no son sólo colores relacionados con un fragmento de historia u objeto o colocados al azar, las tonalidades juegan un papel importante, el brillo, el contraste, los valores como composición con significado, como símbolo patrio.
Es así que el amarillo, no sólo representa el oro y el sol, sino la vitalidad, la alegría, la abundancia, el poder liberador, la fuerza y la acción, eso que nos mueve y nos acerca a lo que queremos, la idea de lucha.
El azul representa los mares, la marea, la excitación previa a la lucha, la planeación, la estrategia, la idea pasa a ser un plan, una esperanza, un sueño posible, pero para esto se requiere la pasión, la revolución, el cambio, la sangre, esa que llevará a la exaltación que convertirá el plan en victoria, en realidad. Se necesita el rojo, puro, fuerte y vivo.
Estos colores enmarcaron la mayoría de las banderas representativas de nuestra nación, con el tiempo se fueron y diferente gobiernos se realizaron cambios y añadieron los atributos que hoy aún la conforman, las estrellas que se sitúan en el medio de la franja azul, corona de las provincias independizadas, blancas y puras, sin embargo, una idea viene a mi mente, ¿hay algo más en ellas?, he de creer que sí, las estrellas de 5 puntas como símbolo representan al hombre como materia, espíritu, alma, fuerza y vida, en correlación con su fondo azul, conectan a este hombre con la naturaleza, la inteligencia y la planeación, no es fortuito, todo está allí por una razón.
Y por último el escudo, una carga de elementos conceptuales relacionados a nuestra historia, nuestra cultura, orígenes, gastronomía, naturaleza, las armas, la guía y fuerza libertadora, un compendio que sirve de recordatorio de todo lo que somos y por lo que hemos pasado para llegar a donde estamos, no es casualidad que esté sobre la franja amarilla, la alegría, los logros, la vitalidad.
Todo lo que somos, se resume en tres franjas, tres colores, tres historias que se hacen una sola, nuestro tricolor.
Por: Abi Mejías
Licenciada en Artes - UCLA